Siguiendo el mapa de la muerte

Por Lucila Cuvry y Constanza Merino

ALUCEC fue la primera organización que a fines de los ’90 encontró una correlación entre un aumento de casos de cáncer y la instalación de una curtiembre en Jáuregui, Luján.

Emilse Tortelli es la presidente de la Asociación Lucha Contra El Cáncer (ALUCEC), la primera ONG que encontró una conexión entre el incremento de los casos de cáncer en Jáuregui y el funcionamiento de una curtiembre. La fábrica presentó la quiebra en 2011 y el predio fue vendido a Carlos Diforti, dueño de Algoselan, otro parque industrial de la zona.

En 1994 la multinacional Italian Leather Group compró una curtiembre ubicada en Jáuregui e invirtió en su proceso productivo para alcanzar la salida de ocho mil cueros diario. La planta vertía sus deshechos sin previo tratamiento en el Río Lujan, fuente de agua para los vecinos del pueblo hasta 2009. Los gases tóxicos oxidaban los techos de las casas, irritaban las vías respiratorias y deterioraban las placas del cementerio. Los daños más graves fueron los casos de cáncer que duplicaban la media nacional a causa del cromo y los metales pesados disueltos en el agua de consumo inmediato. Tortelli contó que, si bien desde noviembre del 2012 la fábrica dejó de funcionar, “hoy sigue falleciendo gente por cáncer por el efecto residual de la contaminación”.

El mapa de la muerte

En el 2000 Tortelli se propuso diseñar una estadística para contabilizar las muertes y su motivo. Hasta el 2006 solicitó a la Cooperativa Eléctrica de Luján, dueña de la mutual funeraria de la región, la lista de personas fallecidas cada año en Jáuregui. Junto con otra miembro de la Comisión Directiva de ALUCEC,  indagó la causa de muerte de los habitantes que no habían sido pacientes de la asociación. “Algunos nos decían que habían muerto de cáncer. Otros nos decían cuáles eran los síntomas y concluimos que era eso. Lo que pasa es que todavía esta enfermedad es un tema tabú en la sociedad”, comentó. Agregó: “a Prince, el intendente de ese momento, le molestaba mucho que siguiéramos insistiendo y dando las estadísticas”.  El ex intendente le prohibió a la compañía eléctrica entregar la lista de difuntos. “Nosotros los muertos no los inventábamos, los tenemos”, concluyó. En el 2000 las muertes por cáncer alcanzaban el 19, 47% de la población. La media nacional rondaba en 18, 90%. En el 2001, los casos en Jáuregui llegaron a 51,40%. “Esas fueron las cifras que nos erizaron la piel y nos hicieron entender que estábamos todos en riesgo. Esa fábrica era una bomba de tiempo”, recordó. ALUCEC arrojó estos datos en un mapa del pueblo que evidencia cómo las cifras de la afección eran inversamente proporcionales a la distancia de la curtiembre. Tortelli menciona que tomaron las alergias como otro indicador. “Íbamos a las farmacias y preguntábamos cuántos medicamentos para las alergias habían vendido en el año. Desde que cerró la curtiembre bajó sorprendentemente la venta de las gotas para los ojos, para la nariz y las pastillas para dormir”, señaló.

Los primeros indicios

En 1996 el jefe del departamento de Pediatría de la Clínica de Jáuregui detectó casos de niños con metahemoglobulonemia, una enfermedad que inhibe el transporte de oxígeno a los órganos del cuerpo. Los síntomas aparecen en la etapa de lactancia y surge cuando el feto o la madre se ven expuestos a un medio ambiente tóxico. Los estragos que estaba causando Curtarsa eran censurados ya que generaba muchos empleos. Al ver que aumentaban los pacientes de cáncer de intestino, estómago, hígado y páncreas, sospechó que estaba relacionado con el cromo que utilizan las curtiembres, ya que “afecta estos órganos blandos”, aclaró.

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